El poder de las palabras
Por::
Roberto Carbonero
En
01/11/2025Tiempo de lectura:
6 minutos
Resumen:
¿Alguna vez te has preguntado cuánto poder existe en las palabras que elegimos?
En el post de hoy, te invito a sumergirte en el fascinante mundo del lenguaje y cómo este puede influir, ayudándote de la PNL, en nuestra percepción del mundo y en nuestras relaciones con los demás.
Definir la Programación Neurolingüística, más conocida como PNL, no es una tarea sencilla, aunque realmente se puede resumir en dos conceptos esenciales para contextualizar y entender esta disciplina de desarrollo humano:
el primero,
LENGUAJE: en el lenguaje está el secreto del éxito en la vida.
“Si entiendes la estructura de tu lenguaje, entiendes la estructura de tu pensamiento”.
el segundo,
SUBJETIVIDAD: la PNL es el estudio de la subjetividad humana y se vale del lenguaje y de los procesos de pensamiento para entenderla.
La PNL nos permite comprender cómo configuramos nuestros pensamientos, emociones, formas de comunicarnos y conductas.
Explorando el cómo (el proceso) resulta más fácil cambiarlo para conseguir mejores resultados.
Las siglas PNL significan concretamente:
PROGRAMACIÓN: para cada cosa que hacemos existe un programa en nuestro sistema nervioso. Todas las actividades que realizamos, todo lo que aprendemos, se codifica y ordena en nuestro cerebro y a medida que todo eso se refuerza, se convierte en un patrón de conducta que se denomina metaprograma.
Todos tenemos multitud de metaprogramas y lo mejor de todo esto es que todos podemos reprogramarlos por medio de técnicas y dinámicas de PNL, lo cual es especialmente interesante en el caso de metaprogramas limitantes.
NEURO: porque el cerebro genera redes neurológicas donde se alojan representaciones de lo que percibimos, mapas de la realidad, diferentes para cada persona. Esos mapas y esas redes también se pueden cambiar.
LINGÜÍSTICA: porque el lenguaje es la expresión de lo que ocurre en nuestro sistema nervioso, estructura nuestro proceso de pensamiento, sostiene nuestra conducta y nuestra actitud ante la vida. Es nuestra instrumentación de comunicación (verbal y no verbal).
Y podemos cultivar un lenguaje nuevo.
Y precisamente en este último apartado es al que deseo apuntar en este post, por lo que te ruego hagas una pausa aquí y lo leas de nuevo antes de continuar.
[…]
Exacto, has entendido bien.
Si cultivas las palabras, tu lenguaje (hacia ti y hacia los demás), puedes alterar a tu favor tu proceso emoción – pensamiento – acción (conducta) y mejorar tu actitud ante la vida. Parece magia, pero numerosos estudios científicos y una abultada bibliografía sostienen esta afirmación a día de hoy.
¿no crees en el poder de las palabras?
Hagamos un pequeño experimento.
Siéntate cómodamente y cierra los ojos.
Ahora imagina en tu mente que vas a la cocina y coges un limón de la nevera, lo partes por la mitad, observas como el cuchillo se humedece con su jugo, acercas una mitad a tu nariz y lo hueles, te lo llevas a la boca y lo muerdes…
¿has notado como has comenzado a salivar desde que has oído la palabra “limón” por primera vez?
Pues ese es el poder de las palabras. Basta oír una palabra y la mente entra en acción interconectando todos nuestros recuerdos y sensaciones ligadas a la misma.
Las palabras que acabas de leer le decían a tu cerebro que tenías un limón en la mano. Las palabras solo describen significados, pero lo que hacen realmente es crear nuestra realidad.
Seguramente habrás oído hablar de la neuroplasticidad de nuestro cerebro, es decir, la capacidad de nuestras neuronas de mantener en la edad adulta la misma capacidad de aprendizaje que en nuestra niñez.
Lo que se pierde realmente con el paso del tiempo es la motivación y el deseo de aprender; siendo nuestro cerebro la máquina más compleja que conocemos, tiene sus propios sistemas de seguridad para consumir la menor energía posible (y seguramente también el ego juega aquí su papel, pero esto lo dejaremos para otro post).
El caso es que para alejarse lo máximo del dolor y acercarse al placer con el mínimo esfuerzo, nuestra mente (cerebro) se inventa creencias de lo que podemos o no podemos ser: no somos sociables, las matemáticas no se nos dan bien, somos irascibles por naturaleza o nos dan pánico las arañas aún sin conocer de donde procede ese miedo.
Ser consciente de estas creencias es el punto de partida para superarlas y mejorar nuestra calidad de vida.
¿sigues sin esta convencido del poder de las palabras?
Atento a esto.
Un investigador de la Universidad de Nueva York descubrió recientemente que la difusión de un mensaje aumenta al ritmo nada despreciable de un 20% por cada palabra emocional que se agrega.
¿empiezas a entender ahora el tipo de mensaje que se suele usar en los medios de comunicación de masas y en las RRSS?
Te pongo un último ejemplo.
Te voy a hablar de una de las palabras que encierran mayor peligro en una conversación.
Preparado.
Vamos allá.
Dicha palabra es….
“pero”
Hay ocasiones en las que algo tan pequeño como una palabra diminuta puede crear una diferencia enorme para conservar o interrumpir la compenetración con la otra persona.
En PNL se presta mucha atención a estos detalles en los patrones de una conversación y se ofrecen recomendaciones para evitar el daño que causan.
Trabajos realizados por expertos en PNL como Robert Dilts han demostrado que palabras sencillas como “pero” o “y” nos obligan a concentrarnos de distintas formas.
Cuando usamos la palabra “pero”, la gente suele recordar principalmente lo que decimos inmediatamente después. Fíjate en las dos siguientes frases:
"Tienes mucha energía, pero a veces te cuesta concentrarte."
"Tienes mucha energía y también estás aprendiendo a concentrarte."
En la primera, la palabra "pero" introduce un contraste, haciendo que la energía pierda fuerza ante el siguiente inconveniente.
En la segunda, la palabra "y" suma ambas cualidades, dándoles peso y mostrando que la persona tiene más de una buena característica.
¿entiendes la gran diferencia entre una y otra?
Entonces, la cuestión es que a partir de ahora te esfuerces cada vez un poquito más para evitar usar la susodicha palabra en tus conversaciones, tanto externas como internas.
Parece un ejercicio superfluo y banal que en realidad esconde un gran poder a poco que te enfoques en reconocerlo.
Te sigo acompañando.
